jueves, 13 de marzo de 2008

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BURDEAU
http://books.google.cl/books?id=9ZM5kd7EEzMC&pg=PA105&lpg=PA105&dq=burdeau+el+poder&source=web&ots=H5h6Pnsnmo&sig=gitzNYOkFUXD2noeceORlAqgw-Y&hl=es#PPA106,M1

paginas 102-106

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BURDEAU
http://www.monografias.com/trabajos26/poder-publico/poder-publico.shtml

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La capacidad de actuar es la fuente del poder. El poder en sí no corrompe, corrompen, según la autora, determinadas alas del poder. Tener poder es importante, y por esta razón debe ser entregado a la gente. Distingue tres tipos de poder: poder político (las acciones que cambian el mundo, la esfera pública), poder apolítico (la dominación), y poder antipolítico (apartamiento del mundo, el totalitarismo, la violencia ciega…).
Hanna Arendt tomará la idea de poder desde una concepción de la acción, una capacidad para concertar con los demás y actuar de acuerdo con ellos. El poder aparece entre los hombres cuando actúan juntos y desaparece cuando se disgregan, cuando alguien se impone. El término poder viene de posibilidad, posibilidad de hacer cosas para los fines colectivos y se caracteriza por la pluralidad.
El poder solo puede venir de un espacio público no deformado. Ninguna institución debe poder sustituir el poder comunicativo por la fuerza pues, es dificilísimo conseguir este poder comunicativo, pero es sencillísimo destruirlo. Es, al fin y al cabo, la comunicación entre hombres, la base de la política y la base de la humanidad lo único importante, y por lo tanto, es deber de todos el tratar de salvaguardarlo, pues es lo más valioso de en cuanto disponemos.
*http://desdepoliteia.wordpress.com/2007/07/08/el-pensamiento-de-hannah-arendt/


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1. El Estado como Estructura del Poder.
Toda sociedad, se ordena en torno a un cierto ideal de vida común, se expande en un estado de conciencia nacido de la solidaridad por la cual sus miembros se sienten unidos. Por ella no puede vivir y convertirse en una realidad histórica, si no es estimulada por una fuerza impulsora que desencadena y controle los movimientos por los cuales es agenciado el organismo social. Esta fuerza es el poder político. Pode y sociedad nacen juntos; no hay pues lugar a oponerlos como un aspecto de la antítesis libertad y autoridad. "El poder, dice Burdeau, es una condición del orden, y la libertad no es posible sino dentro del orden. De ahí que el poder sea el fenómeno social por excelencia, puesto que, de una parte, él no se concibe fuera del la sociedad y; de otra parte, sin un poder actuante, una sociedad es un cuerpo inerte, próximo a su decadencia".
La distinción entre gobernantes y gobernados es, pues, característica de toda sociedad. Duguit señala cómo en todo grupo humano, desde el más pequeño hasta el más grande, existen aquellos que mandan y aquellos que obedecen, los que dan órdenes y los que cumplen, los que toman decisiones y los que las aplican. En consecuencia, en cada grupo social, el poder estará constituido por los gobernantes así definidos.
1.1. Evolución de la noción de poder.
Es importante examinar la evolución de la noción de poder, puesto que mediante ese proceso se explica, en buena parte, cómo y por qué llegó a concebirse al Estado como ente ordenador de la conducta humana, con la forma de soporte del poder institucional. Burdeau lo describe muy acertadamente. Sigamos, a este respecto, los planteamientos del eminente tratadista.
De hecho, dice él, en todas las sociedades que el mundo ha conocido, partiendo de las más primitivas, han estado dirigidas por un poder a cargo del cual ha estado la satisfacción de los intereses colectivos del grupo. Pero este poder no ha revestido siempre las mismas formas. En las tribus arcaicas, el poder se confunde con la masa sumisa al conformismo riguroso que imponen las costumbres y las creencias. Luego, a medida que las sociedades van avanzando en su evolución y que las necesidades materiales o las disputas con otros grupos humanos fueron exigiéndolo, apareció una concentración del poder en manos de un jefe a cuyo cargo quedaba la conducción de ese grupo. El poder se encarna, entonces, en una persona, generalmente la más fuerte o la más astuta o la más vieja del grupo. El elegido ejerce así el poder como una prerrogativa personal que a nadie debe, sino a su propia fuerza o prestigio. A este fenómeno se le denomina la individualización del poder. Tenía este sistema primitivo la ventaja de asegurar, mediante esa individualización, la cohesión del grupo social y su autonomía frente a los demás grupos. Pero, de otro lado, adolecía de graves inconvenientes.
a-) La individualización del poder y sus inconvenientes: a medida que los gobernados fueron teniendo conciencia política, que fueron percatándose de sus propios derecho frente a los gobernantes, con lo cual el poder individualizado fue perdiendo consistencia. Encarnado en un solo hombre, el poder desaparecía al mismo tiempo que él y sobrevenía a menudo la lucha, cada vez más áspera, por su sucesión. El poder individualizado no podía justificarse sino por la fuerza, material o espiritual, de quien lo ejercía. Pero esta fuente de legitimidad no bastaba para garantizar el orden y la paz en el grupo, puesto que no excluía la posibilidad de la arbitrariedad por parte de quienes habían conquistado el poder político. El poder individualizado se vio, pues condenado por la ausencia de una legitimidad mejor fundad, y por otros factores como la falta de continuidad y, por consecuencia, de soberanía, puesto que, dice Burdeau, el soberano no es tal si no goza de un título que coloque su autoridad al abrigo de las potencias rivales.
Ciertamente se sabe quien manda – prosigue el jurista francés – pero se ignora de dónde surge el derecho demandar. Este derecho era conquistado en abierta lucha., generalmente, salvo en los casos en que era reconocido expresamente por todos los miembros del grupo; pero el hecho mismo de originarse en la lucha, desacreditaba ya el fundamento de ese poder. Si el jefe debía imponer su autoridad con las armas en la mano, si un fracaso o una derrota podían eliminarlo o una victoria consagrarlo, entonces el derecho de mandar residía en su persona, estrechamente vinculado a su propia fuerza o suerte. Surgía, así, una situación artificial y difícil de sostener, tanto para el gobernante, cuya autoridad era inestable, como para los gobernados, cuya suerte estaba en suspenso, a la espera de los resultados de los conflictos suscitados por los problemas de legitimidad.
b-) Aparición del Estado como soporte del poder (Poder Público): Sin que sea fácil precisar cuándo, llega un momento en las sociedades políticas en la cual las cualidades personales del jefe son insuficientes para explicar la autoridad que él ejerce. La conciencia política que se ha despertado entre los gobernados se resiste a admitir que toda la organización social repose sobre la voluntad exclusiva e incondicional de un solo individuo. Por otra parte, el grupo y los gobernantes mismos se preocupan pro diseñar formas continuidad más durables en la gestión de los intereses colectivos, un sistema de sucesión de la autoridad que evite traumatismos cada vez que el jefe falta, una organización política que garantice, en la medida de lo posible, la conformidad entre las decisiones de los gobernantes y las aspiraciones de los gobernados. Al adoptar un principio de legitimidad aceptado por todos, el jefe regularmente investido se encontraría revestido de una autoridad que a todos se impondría.
La idea de una separación posible entre el poder y los individuos que lo ejercen se abre paso. Empero, si el poder deja de estar incorporando en la persona del jefe, no podrá, sin embargo, quedar sin titular; necesitará un soporte. Ese soporte será el Estado, concebido como un asiento de la autoridad política. El Estado es, así, para Burdeau, una explicación, una justificación y una utilización del fenómeno social que es el poder.
"Sin duda alrededor de esta idea – explica Burdeau – vienen a agruparse un aparato de servicios públicos, mecanismos constitucionales y administrativos, un personal de gobernantes y de agentes. Pero sería un error – anota él – confundir este agenciamiento de medios y de procedimientos de medio y de procedimientos con el Estado mismo. Instituciones, servicios y personal, no son sino medios destinados a hacer lo posible el cumplimiento de ciertas funciones del poder: ellos no constituyen el Estado y la prueba es que existen aún donde la noción de Estado está descartada". Podríamos decir que son tan solo un aspecto del Estado, uno de sus elementos constitutivos: el encargado de ejercer las funciones que a él corresponden. Así, el hombre concibe al Estado para tener una explicación satisfactoria de todos los fenómenos que caracterizan la existencia y la acción del poder. "Al disociar a la persona del gobernante del derecho de gobernar, dice Burdeau, la idea del Estado permite subordinar la acción del gobierno a condiciones preestablecidas, y así restituye a la obediencia una dignidad que la sumisión a un solo hombre comprometería seriamente". Los gobernantes no ejercen, entonces, un poder que les pertenece personalmente, sino que pertenece al Estado, y la colectividad puede imponerle a su actividad, a través de los propios mecanismos del Estado, los límites que considere necesarios.
Todo este proceso mediante el cual desaparece la individualización del poder y se transfiere su fundamento al Estado, como soporte más duradero, elevado y seguro, tiene como resultado el que ese soporte, el Estado, aparezca como una institución soberana, esto es, por encima de los hombres y los grupos. De ahí que el Estado se configure entonces como la institucionalización del poder.



1.2. El Estado como institucionalización del poder.
Duverger hace una distinción entre potencia material y poder, que conviene tener en consideración. Advierte él que si se habla de poder cada vez que una relación humana es desigual, cada vez en un individuo puedo obligar a otro someterse, el poder está en todas partes y todas las situaciones tendrán un carácter político. Por consiguiente, debe hacerse esa distinción. La potencia material, que se manifiesta de diversas maneras – fuerza física propiamente dicha, dominación económica o sicológica – consiste en obligar a obedecer por la simple presión material, muchas veces, quizás la más, contra la voluntad del obligado. El poder propiamente dicho, o más concretamente el poder político, aparece cuando aquellos que obedecen creen, además, que es normal para ellos obedecer y que ellos es bueno, justo y legítimo. Así, para Duverger, el poder comprende dos elementos: la obligatoriedad material, esto es el disponer de los elementos necesarios para hacer cumplir las decisiones, y la creencia en el fundamento legítimo de esa obligatoriedad.
La creencia en la necesidad del poder es un fenómeno que puede considerarse natural y generalizado en toda sociedad humana. La realidad social trae consigo la idea de un jefe, de una autoridad, de un poder, y este factor juega un papel decisivo en su organización. Duverger afirma que el poder en la sociedad aparece como un fenómeno tan natural como el agua, el fuego, el granizo o la lluvia en el universo físico. Y añade que la idea de que se pueda vivir sin jefes aparece absurda – al menos a primera vista – porque en todas partes se vive bajo alguna autoridad. La existencia del poder es un supuesto de la conciencia que la formación intelectual viene a reforzar. No hay poder legítimo en sí, dice Duverger, sino poderes que juzgan legítimos. Y define la legitimidad como "la cualidad que presenta un poder de estar conforme ala imagen del poder que se juzga valedera en la sociedad considerada". Así, para quienes creen en la legitimidad democrática, el poder debe provenir de elecciones populares y libres; los gobernantes será legítimos, si han seguido de esas elecciones.
Al poder que se fundamenta en la convicción del gobernado de que es justo y legítimo para él obedecer, es decir, aquel que emana del Estado concebido como soporte, se le denomina poder constitucional, para diferenciarlo del simple poder material. Burdeau define la institucionalización del poder como "el acto por el cual el fundamento del poder es transferido de la persona de los gobernantes a una entidad". Como ya se vio, ese acto no se cumple de un momento a otro, sino que es el resultado de una larga evolución, mediante la cual se cumple un proceso de adaptación de las estructuras jurídicas a las aspiraciones colectivas. Sea como fuere el ritmo de esta evolución, su resultado es el mismo: por una parte la separación entre el poder y quienes de hecho ejercen sus atributos y, por otra parte, la aparición del Estado como institución titular del poder jurídico. Pero, como advierte el mismo Burdeau, no es un poder cualquiera el que puede ser incorporado a la institución estatal, sino tan solo aquel que encuentre en el medio social la atmósfera favorable a su institucionalización. No puede decirse, pues, que el Estado sea únicamente el resultado de una voluntad conciente aplicada a su realización; su formación está subordinada ala existencia de condiciones espirituales y materiales tales, que la institucionalización se convierte en una necesidad inevitable.
*http://www.monografias.com/trabajos26/poder-publico/poder-publico.shtml

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